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YEBRA DE BASA - Sendero de Santa Orosia Bonita ruta para la bicicleta de montaña, pues tras una subida larga pero asequible, entramos en un sendero mágico en el cual lo que menos nos importará es pedalear (tampoco es muy fácil hacerlo) y salvo algún trozo al principio y al final deberemos hacerlo a pie (por seguridad y respeto a la conservación del sendero). Recorremos el sendero de Santa Orosia declarado Espacio Natural Protegido en 1975. Coincide con la PR-4. Acceso a Yebra de Basa por la N-330 hasta Sabiñanigo y desde este por la A-321. Descripción Partimos de la plaza de la iglesia de Yebra de Basa, un coqueto pueblo serrablés al que llegaremos desde Sabiñanigo por una pequeña carretera. Tomamos una pista situada a la entrada del pueblo en dirección Sabiñanigo y comenzamos a subir de una manera suave pero mantenida. La pista es ancha y buena e invita a observar el precioso paisaje que poco a poco se nos abre ante nuestros ojos. A cada curva del camino descubrimos una nueva vista, lo mismo sobre la Val ancha de Sabiñanigo que sobre el valle. A nuestra izquierda siempre podremos ver el sendero de bajada con todas sus ermitas. Conforme llegamos al final de la ascensión, entramos en una zona de prados en medio de los cuales està la ermita se Santa Orosia, construida en el sigo XVII en el lugar donde se encuentra una fuente, que según la tradición, es el lugar donde le cortaron la cabeza a la santa tras lo cual esta brotó. Junto a la ermita hay un refugio. Es un buen lugar para descansar y comer un poco. Desde aquí tomaremos un sendero (PR-4) que nos lleva hasta la ermita de la Cruz. debemos tener cuidado de no confundirnos pues el sendero continua a unos 30 mts. a la derecha de esta ermita. A partir de aquí la ciclabilidad de la ruta depende de nuestra habilidad. No merece la pena tomar riesgos (lo digo por experiencia) y si es preciso descenderemos andando, disfrutando de todas las ermitas que encontramos a nuestro paso. Primero dos pequeñas (Santa Bárbara y San Blas) y luego una de mas tamaño, en dos alturas y con una preciosa cascada cayendo por los acantilados (San Cornelio y La Cueva). Se puede subir a la superior por una senda. Seguimos descendiendo por sendero de peor calidad, pero ciclable en algunos tramos, pasando por las ermitas de Arrodillas y Coronillas, hasta llegar a una pista que seguiremos hasta el final sin perdida. Esta acaba en el lugar donde empezamos a subir. Así pues es una ruta para disfrutar mas de lo que vemos que de la bicicleta en sí, pero merece la pena hacerse. Alternativas Desde la ermita de Santa Orosia, volvemos por el mismo camino que hemos subido.. Cartografía
A la hora de documentarme sobre los pueblos y las ermitas de este precioso recorrido encontré esta descripción del sendero de Santa Orosia realizado por Adolfo Castán en su libro "Lugares Mágicos del Altoaragón" ( editorial "publicaciones y Ediciones del Alto Aragón, S. A. ) y ante lo bonito y detallado de su descripción no puedo por menos que reproducirlo tal cual está escrito añadiendo unas fotos tomadas durante el recorrido: "El sendero de Santa Orosia, declarado Espacio Natural Protegido en 1975, es alegre, sereno, en algunos momentos duro, siempre cambiante y espectacular..., tal vez algo unico. Para llegar a Yebra es imprescindible tomar la carretera HU-321 que parte de Sabiñánigo -barrio del Puente-, ligeramente al sur del paso que cruza el río Gállego. Aunque de firme asfaltado, es sinuosa y estrecha, paralela al cauce del Basa, río con anchura de mar sin apenas agua, que agotan cuatro huertos robados al inmenso pedregal. Yebra de Basa nucleo interesante caserío distribuido irregularmente en función de una plaza central –fuente-, a su vez lugar de paso hacia el resto de poblaciones del valle. Notable portada barroca -casa Eusebio- y chimenea monumental en casa Albeita. La parroquial es de estilo gótico aragonés -s. XVI-, con excelentes tablas renacentistas y el bellísimo busto de Santa Orosia, de plata repujada -s. XV-. Yebra de Basa se sitúa a 884 m. de altitud. El destino final, la ermita emplazada en los altos de Santa Orosia, a 1.550 m. Por tanto, ascenderemos un desnivel de 670 m. que, traducido en tiempo para unos viajeros curiosos y sin prisa que quieren ver con cierto detalle lo que pisan, supone de 2’30 a 3 horas de espléndida y animada caminata. El trazado se incluye entre los senderos de Serrablo señalizado por la Federación Aragonesa de Montañismo con el nombre de PR-4, muy bien marcado. Iniciamos la marcha dando la espalda a la localidad de Yebra, en dirección norte. Seguiremos un pequeño trecho la carretera de acceso, enlazando con la pista que bendice la ermita del Angusto, parada inicial en la ruta romera que culmina en los planos del puerto. Es moderna y con la cara lavada, un cobertizo abovedado con altar al fondo e iconografía de la santa. El itinerario se interna hacia el lecho del torrente, que cruzaremos para continuar por la pista o bien por el camino antiguo, un tanto difuminado. Ambos viales confluyen en la capillita de Escoronillas o Coronillas, de interior brillante y encalada, en línea con la anterior pero más modesta. Por sus alrededores menudean variadas especies fósiles de nummulites, gasterópodos, lamelibranquios... A partir de la ermita el trazado se unifica, trepando con suavidad. En recodo margoso, dulce a la penetración acuosa, la lluvia ha barrido parcialmente el sendero, por lo que se debe tomar precauciones con los pequeños, especialmente si hay humedad en el terrero y barro en las botas. Ladearemos la tiña del Herrero, edificio rústico en desguace, y la capilla de Arrodillas, simple bóveda de cañón con pequeño nicho altar, a caballo de un gran pedrusco que invade su interior, y donde la tradición dice se arrodilló la santa, dejando dos improntas redondeadas como recuerdo de su paso hacia el lugar del martirio. Algún piadoso caminante ha interpuesto una cruz entre ellas. Ante su escueto volumen se realiza la tercera parada en días de romería. Después seguiremos en pos del rumor del agua para cruzarla. Hemos iniciado nuestra pequeña aventura entre la desnudez de la tierra que, poco a poco, se ha ido vistiendo hasta impedir la visión del valle. Arbustos poco exigentes y olorosos han dado paso al boj, pino, quejigo, haya y acebo. Es la senda boscosa que resuelve importante desnivel con bruscas eses, entre pudingas de canto grueso y cielo de verdes copas entrelazadas. Saldremos otra vez a la luz, al sol, llamados por el grito del agua que se hace añicos en formidable caída de 35 m., vertiginosos y subyugantes. La imagen es absolutamente de ensueño. Al abrigo de dos profundas heridas, las enriscadas ermitas de San Cornelio y La Cueva se aprietan a los conglomerados ocres y grises de verticalidad rígida, temerosas de perder el paramento de cierre en cualquier convulsión del estómago rocoso. La cascada es una cortina inmaculada que danza de blanco al ritmo del viento. El sol brilla más allá, coloreando un permanente arco iris, guardián de los misterios y de la vida. Al otro lado de los muros se palpa la presencia de una fuerza extraña y seductora que atrajo siglos atrás a grupos de hombres tenaces, frugales y solitarios, los eremitas. Estamos verdaderamente en la antesala del cielo. Los dos niveles edificados se conocen conjuntamente como Las Cuevas. El piso inferior se denomina San Cornelio. Es una cavidad alargada y baja de techo, 1’58 m. en lo más holgado, mampostería para el muro de cierre de 14’5 m., perforado por puerta adintelada gestada con sillar de cantería, lo mismo que las tres ventanas de iluminación abiertas al valle. La central es un curioso hueco adintelado labrado en pieza entera de tosca. Interiormente tiene la arista biselada, pero lo más interesante es el detalle de tres muescas en forma de pico, una superior y dos laterales, que recuerdan los clásicos arquitos conopiales integrados tanto en la arquitectura popular como formal del s. XVI. Quizá fue ideado con la intención de proyectar sombra cruciforme al interior. Son muescas originales, en todo caso, en una pared aburrida y pobre. El espacio interior es totalmente irregular. El techo no supera 1 ‘60 m. de altura, bajando sensiblemente en el costado de la montaña y en lo que podemos considerar los pies de la nave -oriente- no se distancia 1 m. del suelo. Este se inclina desde poniente, donde se acondicionó una especie de altar, robusto prisma rectangular de excelente cantería que mide 1’94 m. de arista básica mayor por 1’34 m. de alzada. En realidad era más que altar monumento de intencionalidad funeraria, pues en Las Cuevas, según la voz popular, se guardaban los restos mortales de los acompañantes de la santa, al igual que ésta, martirizados por los musulmanes. El frente este rompe la macicez del resto de las caras mediante gradas o escalones que subían hasta el nicho-capilla superior, protegido por una reja cuyas señales circulares taladran las jambas. Destrozado en la Guerra Civil, jamás se volvió a recomponer. En Las Cuevas creemos se inició la vida eremítica antecesora del culto a Orosia, y es posible que estas canteras sagradas motivaran el viaje o presencia de la joven y el resto de cristianos en el inigualable sendero. El nivel superior es el más espacioso de cuantos se acantonan en la ruta del puerto; fácilmente alcanzará los 100 m2 de superficie aprovechable, sumando las dos plantas que albergó. Antecede a esta magna iglesia una celda de 18 m2 cercada con mampostería y argamasa, incrustando una ventanita biselada en el paramento sur, y al este, puerta adintelada y con arista de 1’48 m. de altura. El muro crece hasta 1 ‘65 m., disminuyendo el techo hasta 0’40-1 ‘20 m. en el contacto con la pared natural. Parece el ergástulo de un eremita y tiene la bóveda ahumada. A mediodía del paramento se acondicionó un portal cautelar que bloqueaba el camino al templo. Tras ella un pasillo estrecho, la espadaña de dos ojos bajo arquito de medio punto y la puerta de la nave, fina sillería dibujando perfecto arco semicircular; tiene decorada la clave -cruz- y arista de las jambas abocelada. El interior es largo, espacioso y luminoso, con tres apretados paños agarrados a la faja de pudingas. Las paredes cortas asumen los huecos de comunicación, al este la entrada, al oeste una salida al colgado solanar y excelso mirador por el que se despeña la cascada. La cortina mayor, enlucida por dentro, es generosa en aperturas, nada menos que seis ventanas, algunas características del XVI: de asientos laterales (b) y dintel sobre ménsulas (d). Las dos son frecuentes en torres y casas fuertes renacentistas; unido a la puerta previa preventiva y al agujero para atrancar la puerta del templo, hacen pensar en un proyecto en cierto modo defensivo, acorde con la inestabilidad social de la época. La cabecera de la iglesia se halla al oeste. Dos ligeras gradas llevan al altar, contiguo al cubículo sepulcral u osario colectivo reservado con tosca y mampuestos, solamente abierto con leve vano rectangular de tipo buzón. Cuatro sólidas ménsulas alineadas en la pared tapón advierten de una planta en alto, como vimos en San Martín de Capella. Por encima, la bóveda de conglomerado pintada algún día de color rojo, al menos puntualmente. Externamente se retranqueó el muro largo a partir de una imposta que lo divide aproximadamente por la mitad. Cronológicamente Las Cuevas son construcciones contemporáneas levantadas en el s. XVI, sin duda sucesoras de otras que no es posible determinar o no sabemos identificar. Se siente uno bien en este lugar, pero la meta es otra y la pendiente se agudiza. La senda se ciñe a la entalladura natural que rompe el escarpe Y una nueva ermita se engarza al anillo rocoso. Dedicada a San Blas, abre portal de medio punto, encogida su luz con sendos muretes laterales. Sobre el frontis se escribió: SANCTE BLASI ORA PRO NOBIS. Es trabajo de mampostena con cantoneras de puntero. Los muros se trabaron con arcilla Y argamasa de cal, enluciéndose por dentro. La bóveda de conglomerado se lavó, pintándose a continuación en color rojo, aunque prácticamente todo ha saltado, restando pigmentación meramente testimonial. Es del s. XVII. Hay firmas de viajeros y pastores, todas recientes, pues la más lejana data de 1938: “Me hallo aquí con el compañero ? y las cabras. Hoy no sé si podremos... San Blas a 17 de noviembre de 1938 y bibamos nosotros”. Está tan saturada de nombres recientes que han borrado los viejos. La penúltima ermita, bajo otro extraplomo, tiene por titular a Santa Bárbara. En la puerta se pintó un Calvario y es la única que lleva fecha de construcción, año 1629. Aplastada bajo una enorme visera es la segunda por superficie útil. La puerta describe arco de medio punto esculpido en pieza monolítica. En ella con pintura negra se fijó el año y la inscripción: “STA BARBARA ORA PRO NOBIS”. En el muro exterior incluye dos ventanas adinteladas y con arista achaflanada. Por dentro el techo baja gradualmente de 3’50 m., a 2 m. mediada la nave y a nada en los confines. Elevó altar junto al lateral occidental, ahora desmontado al igual que la pared aledaña. Menudean inscripciones iniciadas en 1921: “Hoy día 9 de junio me hallo bacibero con Ciriaco Campo y tenemos que benir a la cueba por el mucho llover. Está lloviendo todos los días que estamos aborrecidos con el tiempo. Pablo Campo, año 1.921”. Finalmente, tras un tramo de cierta dureza, empinado y constante, amanece la escotadura que partiendo el acantilado permite ganar los prados del puerto, amojonados en este costado sur por la ermita de La Cruz o del Zoque, que sirve para depositar la imagen de la santa. En medio de la pradera emerge la gran ermita de Santa Orosia, al fondo se recorta el Oturia -1.920 m.-. Mirando a Yebra, su limitado llano se ve encogido y distante, rodeándole coronas de cerros bajos decapitados para ampliar cultivos cerealistas. Los verdes pastizales han sido dolorosamente depilados por la pista que permite realizar el mismo recorrido en coche, y modernos monumentos de altura –repetidores-, inmóviles y ajenos, fijan su mirada metálica en Sabiñánigo, gran urbe de los contornos. Es primavera y nosotros hundimos las botas en la pradera repleta de orquídeas, prímulas, gencianas..., y bebemos glotonamente en la fuente generosa y refrescante -arreglada en 1880- que brotó en el mismo lugar donde la cabeza cortada de Orosia cayó sin vida en la hierba. Hemos culminado el periplo y un buen lugar para comer algo y descansar es el templo de Santa Orosia, construido en el siglo XVII (1665-69). El casetón anejo ha sido bien acondicionado por el Ayuntamiento de Yebra para su utilización como refugio. Las opciones de retorno a Yebra y posibles alternativas son variadas. A Yebra podemos volver por la pista referida -2’ 30 horas-. También es posible continuar ruta hacia Satué -3 h.-, Lárrede -4 h.-, Soto de Oliván -5 h.-. Para Antonio Durán, Orosia o Eurosia fue una joven que nació en el Altoaragón, quizá en Jaca, y murió a orillas del río Basa. Fue despedazada brutalmente por no abjurar de su fe cristiana y enterrada en una cueva. Siguiendo la tradición, el ángel del Señor reveló a un humilde pastor de Yebra la presencia de los santos restos, hallándose el tronco y la cabeza conservados con total frescura. Mientras ésta quedó en Yebra, el tronco caminó a tierras jacetanas, sonando las campanas de cada pueblo a su paso. Los primeros datos que se conocen del culto a la santa, existencia de la cofradía del Beato Pedro y Beata Orosia, son del s. XIII. La romería de Santa Orosia se efectúa el 25 de junio, ascendiendo los romeros, danzantes y peana de la santa, por el fantástico camino. El ritual de tan excepcional compendio de cultura popular ha sido estudiado minuciosamente por Enrique Satué. Este autor recoge que en la romería de la santa los fieles de Yebra lanzaban piedras al pie de la cascada para, según los saltos, conocer el número de años que tardarían en casarse. Pieza importante de la romería son los danzantes de Yebra, que van tocados con originalísimos sombreros de flores simuladas, realizadas con cintas de colores. Bailan al ritmo del silbo, especie de flauta cubierta con piel de serpiente, y el chicotén, instrumento de cuerda que suena por percusión. Santa Orosia es abogada contra la sequía y bajo su peana se realizaban ritos destinados a la curación de enfermos mentales, los “endemoniados”, manifestación desaparecida en la posguerra civil, prohibida por la jerarquía católica. " La información sobre los pueblos , esta tomada del libro "Huesca de la A a la Z" de Publicaciones y Ediciones del Alto Aragón S.A.
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